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  • Recupera el rumbo y la ilusión… con auto coaching

    Es comprensible que en tiempos turbulentos nos sintamos a ratos un poco perdidos en  nuestra vida profesional. A veces nos detienen las dudas: ¿Qué hacer? ¿Hacia dónde ir?

    Nos vendría bien una herramienta, que nos permita conectar con nuestros verdaderos intereses y singularidades. Que nos ayude a recuperar el rumbo con efectividad, convicción, motivación, y sin dilación.

    Fred Phillips, propone que sopeses en primer lugar, el “nivel de confort” que suscitan en ti, tus respuestas a las siguientes preguntas (grupo 1):

    a.     ¿Cuál fue la última  vez que intentaste algo nuevo y diferente?
    b.     ¿Cuál fue la última vez que asumiste un riesgo?
    c.     ¿Sueñas a veces en hacer algo diferente?

    Cada respuesta te dará una idea, del grado en que te sientes estancado, confortable o progresando… hoy. Puedes marcar con un lápiz lo que te sugiere  cada una de ellas, dentro del continuo de la línea del dibujo.

    Cada persona tendrá una apreciación distinta de esta cuestión, porque por ejemplo asumir pocos o pequeños riesgos hace sentir cómodas a ciertas personas, y a otras en cambio les produce la sensación de que evolucionan.

    Hazte ahora estas nuevas preguntas (grupo 2):

    A.    ¿Quieres realmente probar algo diferente?
    B.    ¿Te gusta asumir riesgos?
    C.    ¿Disfrutas siendo diferente?

    …y marca de nuevo con un lápiz en la línea del dibujo, el grado de estancamiento, confort o progreso, que te hacen sentir cada una de tus respuestas. Después de este ejercicio verás hasta que punto coinciden los dos grupos de respuestas en la línea estancamiento > confort > progreso”. Pueden darse diversos casos:

    •  La nube de respuestas a las preguntas del grupo 1 te sitúan en la zona de ‘confort’, y las del grupo 2 en la de ‘progreso’. Esto indicaría que necesitas hacer algo para salir de la zona cómoda –en que estás hoy- para sentirte mejor en el futuro.
    • Las respuestas a las preguntas del grupo 1 te sitúan en la línea en ‘progreso’ pero las del 2 en ‘estancamiento’. En este caso tienes que gravitar hacia un contexto profesional que te posicione en un temporal remanso de paz: es posible que estés un poco harto de cambios y riesgos…
    • ….

     
    Como se puede ver, la idea es estimar primero (preguntas grupo 1) donde me encuentro hoy, y ver luego donde me gustaría estar (preguntas grupo 2): ¿Quiero estar estancado, cómodo o progresando? ¿Qué es lo que de verdad quiero y hasta qué punto coincide con lo que tengo hoy? Y en función de esta comparación, tomo decisiones.

    Como conclusión de esta actividad, proponte tres acciones inmediatas para moverte hacia el lugar de la línea estancamiento > confort > progreso en que de verdad te gustaría estar. No tiene sentido dejarse empujar por los acontecimientos: crea el futuro que tú quieres para ti. Recuerda lo que dijo Frank Sinatra: “Éxito, es vivir tu vida a tu manera”.



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  • “¡Su lugar de trabajo será su casa!”

    ¿Hasta qué punto es razonable que nuestros empleados trabajen desde su casa? Unos quieren y otros no. Pero… ¿le interesa a la empresa?

    Hay varios factores a considerar. Uno de ellos es por supuesto el tipo de trabajo que conlleva. Por definición, un vendedor trabaja fuera de la oficina, y no hay mucho que decidir ahí. Otra cosa es un servicio de atención al cliente. En ocasiones puede hacerse desde casa, si bien depende del grado de control directo que la empresa quiera tener sobre esta actividad.

    Si el empleado necesita ser fácilmente localizado por los clientes, quizás es mejor que se quede en la oficina; pero si puede trabajar con autonomía la mayor parte del tiempo, cualifica para trabajar desde casa. Si el empleado ha de gestionar un equipo de personas o llevar a cabo muchas tareas como miembro de un equipo, ha de estar en la oficina; pero si hace un trabajo que requiere mucha concentración, tal vez sea mejor que lo haga desde su casa.

    La decisión también depende por supuesto de lo que sea posible negociar con el equipo de trabajo. Permitir que algunos miembros del mismo trabajen desde casa y otros no, puede levantar ampollas. Sabida es la pérdida de prestigio que supone para la dirección el agravio comparativo.

    Si alguien viene y te pide que quiere trabajar desde casa, lo primero en lo que hay que pensar es en las singularidades de la organización. Algunas se han pasado años favoreciendo el “presentismo” (patología por la que se premia al calientasillas inveterado y se castiga al que cumple el horario de manera estricta tanto si aporta resultados como si no). Para esta clase de empresa la evolución hacia el teletrabajo tendrá que ser lenta. Sin embargo es más importante la cultura del departamento en cuestión que la de la organización: siempre se verá –vamos a suponer- más lógico, tener tele trabajadores en un departamento de ventas que en el de administración.

    La clave es no obstante –como siempre que hablamos de asuntos que atañen a las personas- el conocimiento de los individuos implicados. Si el empleado es fiable y orientado a objetivos, probablemente será un buen tele trabajador. Si es de los que se ‘columpian’ un poco, o se muestran a veces algo imprevisibles, cuidado: no lo tiente con el teletrabajo.

    Valorar todo esto puede ayudar a decidir si teletrabajo SI, o NO. Pero tanto si se decide por un camino o por el otro, vale la pena recordar que  los expertos suelen aconsejar que se tele trabaje un máximo de tres días a la semana para no alterar tanto las rutinas, y no desvincularse del todo del ambiente laboral.

    En datos de 2011, en España el teletrabajo todavía representa aproximadamente al 8% de los empleados, frente al 15% de EE UU o el 17% de países nórdicos como Finlandia. Sin embargo lo que cabe esperar es que para la generación Facebook, que está trabajando continuamente con la tecnología y que valora más la vida personal que sus antecesores, el telecommuting va a ser parte de su forma natural de trabajar.



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  • El alto coste personal del resentimiento

    Hoy es quizás más frecuente, observar alrededor nuestro a personas resentidas en acción… Al parecer, motivos siempre los hay: los políticos, la economía, los ricos, el paro, la suegra, el jefe, la mala salud, el mal tiempo, los hijos, y un largo etcétera. Motivos por otra parte, que se exhiben ostentosamente para legitimar el mal humor, los malos modales, el carácter agrio, los comentarios sarcásticos, la inacción y las faltas de educación. Y uno se pregunta: ¿Son estas las verdaderas causas del resentimiento?

    Por otra parte el resentimiento se expresa con una ‘libertad’ y desinhibición tales, que parecen dejar impune al resentido. Pero a poco que se analice la cuestión, se descubre una realidad muy distinta. El individuo resentido genera mal vivir allí donde va: su crítica ácida todo lo ensucia, sus conductas intolerantes soliviantan a los demás, remover la porquería genera malos olores, el humor limpio y la esperanza saludable desaparecen, para ser sustituidos por la acritud y el pesimismo sin solución. El resultado es que el resentido se rodea de resentidos, que son los únicos que aceptan su discurso. Y si te rodeas de resentidos, muy probable que tu resentimiento aumente. Y llega un momento en que el resentido ya no puede hacer nada constructivo, todo su yo sumido en las tinieblas de su animadversión: en su vida ya no queda espacio para producir. Y entonces, como nada le funciona, se vuelve aun más resentido. Entra en un círculo vicioso que si no se detiene, acaba con la persona que sufre esta patología.

    El ser humano está hecho para amar, tolerar, aceptar, apreciar, maravillarse, construir, aprender, crecer…. Cuando vive así, todas sus constantes vitales se equilibran: la presión sanguínea, el colesterol, el ritmo cardíaco, la respiración,… Se recupera el sueño reparador, la perspectiva, la claridad mental, la energía, el buen humor, las ganas de contribuir… ¿Es posible dejar atrás las actitudes resentidas para volver a amar? La mayoría de resentidos te dirán que “no”. Ya no perciben lo que hay al otro lado de sus reales o imaginarios agravios. Pero la respuesta es que “sí”, que es posible re-conectarse de nuevo con lo mejor de la vida: solo es cuestión de cambiar de lentes para poder ver las cosas de otro modo. Finalmente, cada uno ve eso tan elusivo que es la ‘realidad’, según lo lentes que lleva; pues en el Universo hay tantos motivos de insatisfacción como de satisfacción. Y la libertad suprema del ser humano radica en la posibilidad de concentrar su atención en unos motivos o en los otros. Si te sientes resentido cambia tus lentes: verás con asombro que el rojo se transforma en rosa…



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  • ¿Qué busca el empleado en su jefe?

    Se habla mucho de lo que los jefes quieren de sus empleados, pero muy poco de lo que los empleados esperan de sus jefes. Y entonces los jefes se sorprenden de que sus empleados no les entiendan, no estén motivados y no trabajen… Quizás el problema es que no se han detenido a pensar en lo que de verdad esperan de ellos sus empleados. Al fin y al cabo los empleados son personas que estarán motivadas si su jefe satisface sus expectativas. ¿Y qué es lo que quiere un empleado de su jefe?

    • Un empleado quiere demostraciones palpables por parte de su jefe, de que su persona y su contribución son importantes para él, y de que constituyen una pieza esencial para conseguir los objetivos del equipo.

    • Los empleados quieren saber con precisión cuál es el objetivo. Ahí no caben medias tintas. Y el empleado quiere ver que el jefe cree en este objetivo “apasionadamente”… No con una pasión falsa sino genuina.
    • El objetivo tiene que ser valioso “para el empleado” y por supuesto alcanzable.  Y el empleado quiere comprender con exactitud, “porqué” este objetivo es valioso para él… De otro modo nunca va a sentir la misma urgencia ni atracción que su jefe, por alcanzar el objetivo.
    • Un empleado quiere confiar en su jefe. Y la confianza es fácil perderla pero difícil de ganar. La confianza viene de saber que el jefe se preocupa por ti, y se ocupará de tus necesidades en el trayecto hacia la consecución del objetivo. La confianza la genera la integridad: el empleado tiene que creer en lo que se le dice… Porque ve que su jefe piensa, dice y hace la misma cosa: es coherente y por tanto creíble…
    • Y finalmente un empleado quiere sentirse motivado a actuar. La motivación es diferente para cada uno: unos quieren dinero, otros un reto, otros sentirse cómodos con sus colegas… Motivar es pues el arte de entender las verdaderas querencias del empleado. El empleado quiere comprobar que se le trata como a una persona con su especial idiosincrasia: no como a un número… Esto es lo que le motiva.

    Los empleados quieren pues que sus jefes los conduzcan a un lugar interesante y de manera humana. Y que su jefe se desviva por ellos… para tener razones para desvivirse por el jefe. Es así de simple y complicado a la vez.



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