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El alto coste personal del resentimiento

Hoy es quizás más frecuente, observar alrededor nuestro a personas resentidas en acción… Al parecer, motivos siempre los hay: los políticos, la economía, los ricos, el paro, la suegra, el jefe, la mala salud, el mal tiempo, los hijos, y un largo etcétera. Motivos por otra parte, que se exhiben ostentosamente para legitimar el mal humor, los malos modales, el carácter agrio, los comentarios sarcásticos, la inacción y las faltas de educación. Y uno se pregunta: ¿Son estas las verdaderas causas del resentimiento?

Por otra parte el resentimiento se expresa con una ‘libertad’ y desinhibición tales, que parecen dejar impune al resentido. Pero a poco que se analice la cuestión, se descubre una realidad muy distinta. El individuo resentido genera mal vivir allí donde va: su crítica ácida todo lo ensucia, sus conductas intolerantes soliviantan a los demás, remover la porquería genera malos olores, el humor limpio y la esperanza saludable desaparecen, para ser sustituidos por la acritud y el pesimismo sin solución. El resultado es que el resentido se rodea de resentidos, que son los únicos que aceptan su discurso. Y si te rodeas de resentidos, muy probable que tu resentimiento aumente. Y llega un momento en que el resentido ya no puede hacer nada constructivo, todo su yo sumido en las tinieblas de su animadversión: en su vida ya no queda espacio para producir. Y entonces, como nada le funciona, se vuelve aun más resentido. Entra en un círculo vicioso que si no se detiene, acaba con la persona que sufre esta patología.

El ser humano está hecho para amar, tolerar, aceptar, apreciar, maravillarse, construir, aprender, crecer…. Cuando vive así, todas sus constantes vitales se equilibran: la presión sanguínea, el colesterol, el ritmo cardíaco, la respiración,… Se recupera el sueño reparador, la perspectiva, la claridad mental, la energía, el buen humor, las ganas de contribuir… ¿Es posible dejar atrás las actitudes resentidas para volver a amar? La mayoría de resentidos te dirán que “no”. Ya no perciben lo que hay al otro lado de sus reales o imaginarios agravios. Pero la respuesta es que “sí”, que es posible re-conectarse de nuevo con lo mejor de la vida: solo es cuestión de cambiar de lentes para poder ver las cosas de otro modo. Finalmente, cada uno ve eso tan elusivo que es la ‘realidad’, según lo lentes que lleva; pues en el Universo hay tantos motivos de insatisfacción como de satisfacción. Y la libertad suprema del ser humano radica en la posibilidad de concentrar su atención en unos motivos o en los otros. Si te sientes resentido cambia tus lentes: verás con asombro que el rojo se transforma en rosa…



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