¿”Porqué” dedicarse cada día a trabajar?
O quizás podríamos ir más lejos: ¿porqué trabajar en esta particular ocupación en la que estoy diariamente sumido la mayor parte de la jornada?
¿Por qué me levanto de la cama cada mañana, y voy a trabajar? ¿Por qué hago todo lo que hago a lo largo del día, en y fuera del trabajo? ¿Para qué vivo en definitiva? ¿Es relevante que me haga estas preguntas…? …o es una simple pérdida de tiempo…
Viktor Frankl (1905-1997) fue un médico austríaco especializado en neurología y psiquiatría. Entre 1942 y 1944 fue deportado a diversos campos de concentración, entre ellos el de Auschwitz, logrando sobrevivir. Posteriormente destacó como psiquiatra de prestigio mundial, por sus numerosas y originales aportaciones a la profesión.
En los campos de concentración nazis Viktor Frankl pudo constatar que los prisioneros que tenían esperanzas de reunirse con sus seres queridos o que tenían la imperiosa necesidad de realizar algún proyecto, o aquellos que tenían una gran fe de alguna clase o en alguna ideología en particular, parecían tener más probabilidades de sobrevivir que los que habían perdido toda esperanza, no tenían ningún proyecto atractivo, o no creían en nada. Para estos últimos, aquel terrible episodio de sus vidas no tenía ningún “sentido”.
Las personas necesitamos “razones” que justifiquen nuestras actuaciones, ya sean estas sublimes o infernales. Llenar el ‘vacío existencial’ que nos aqueja a veces es responsabilidad de cada uno de nosotros, mediante nuestra intencional orientación hacia lo que hacemos. En efecto: las actividades no tienen sentido por sí mismas (no vienen acompañadas de un “porqué” hacerlas…). Somos nosotros quienes les damos sentido (escogiendo nuestros “porqués”…), mediante la “razón de ser” más o menos amplia, profunda y trascendente que adjudicamos a nuestros actos.
Nuestros “motivos” pueden ser muy prosaicos, o muy elevados. Todo depende de nosotros. Pero como más elevados sean, cuanto más sentido tenga lo que hago, más “motivado” estaré para llevarlo a cabo. Frederick Nietzsche afirmó: “Si hay un porqué encontraremos el cómo”
Pues si hay muchos “porqué” (…hacer algo…) será más fácil encontrar el “cómo” (…hacerlo…). Y si los “porqués” son grandes, valiosos, importantes y de largo alcance… encontrar el “cómo” será un juego de niños…. El punto uno de la auto motivación del trabajador, empleado, profesional o empresario, la base de su auto motivación, estriba en experimentar el vigor y la energía que nos confiere nuestra magnanimidad. Y la magnanimidad es proyectarse con “grandeza de ánimo” hacia los demás. Es “hacer” para contribuir. Es difícil motivarse a hacer algo siendo mezquino.
Es por ello que vale la pena preguntarse con cierta frecuencia: ¿“porqué hago lo que hago”…? Cuanto más larga y vigorosa sea la lista de “porqués” que consiga identificar, más motivado estaré para “hacerlo”… El efecto en nuestra motivación de crear y mantener una lista así, es inmediato y palpable.
¿Has probado alguna vez a motivarte de esta forma? ¿Cómo te ha ido?
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