Blog

Acaba con la incomprensión en tus relaciones

En nuestras relaciones con los demás, uno de los mayores peligros es confundir hipótesis con realidades. Si hago la hipótesis de que tal o cual propuesta será aceptada por mi interlocutor, pero la realidad es que su percepción al respecto es completamente diferente que la mía, no vamos a progresar. Si tú propones algo que tu “percibes” como bueno para ti y para tu amiga, pero ella no lo “percibe” así… estamos estancados. Hay que admitir que la “realidad” tal como yo la percibo, no es la única realidad…


Image credit: zametalov/123RF Stock Photo

Cuando otra persona emite palabras, cae en tres errores típicos que dificultan nuestra comprensión de su mensaje: las omisiones, las generalizaciones y las distorsiones. En suma: no nos da toda la información clave, porque construye leyes a partir de sus apreciaciones subjetivas, y da mensajes sesgados. Y esto, no solamente lo hacen nuestros amigos, clientes, colegas y subordinados: lo hacemos nosotros también.

Tratando de superar omisiones, distorsiones y generalizaciones

Llegar a entrever el verdadero significado de lo que alguien nos dice, es siempre una tarea apasionante y compleja. Pero resultará aun más interesante y fructífera, si somos conscientes de nuestros fallos como interlocutores en una relación.

Las principales trampas las tiende nuestra subjetividad y prejuicios personales, que ocupando nuestro campo de visión, dejan el terreno abonado para interpretaciones falsas. Pero con recurrentes esfuerzos de análisis y comprensión, aplicación de la propia intuición, y mucha práctica, se puede llegar a ser un buen “lector” de personas.

Para combatir subjetivismos que producen conclusiones irreales e injustas, es preciso conocer qué puede conducirnos a omisiones, generalizaciones y distorsiones de la realidad, en nuestros juicios de personas y situaciones, y/o en cómo nos explicamos. He aquí algunas causas:

Conocerse poco. Conocerse poco, dificulta entender a los demás.

Proyectar tu ‘yo’. Puesto que solemos estar más familiarizados con nosotros mismos que con los demás, a menudo atribuimos a los otros nuestros propios rasgos de carácter, que quizás el otro no posee. Así por ejemplo una persona pensante puede tener tendencia a creer que su interlocutor está reflexionando, cuando a lo mejor tiene hambre y está imaginándose un plato de lentejas. Resume esta idea la conocida sentencia popular: “Piensa el ladrón que todos son de su condición.”

A veces el obstáculo está en que nos identificamos excesivamente con nuestro rol personal o profesional. Puede emborronar nuestra capacidad de entendimiento y comprensión de lo que nos dice la otra persona. Nos hace ver las frases sesgadas… como si las viéramos detrás de unos lentes mal graduados…

Proyectar tu sensibilidad. Cada uno ve las cosas y personas que le rodean, en una combinación diferente de coloraciones de un espectro que va desde el blanco al negro, pasando por varias tonalidades de grises. Trata de ser consciente de dónde se halla tu propia sensibilidad dentro de este abanico, para corregir tus juicios espontáneos. De otro modo verás grises donde hay blancos y negros… o viceversa.

Proyectar tus querencias. Es muy difícil dejar de guiarse por las propias simpatías o antipatías, al valorar lo que nos dice alguien. La parcialidad eleva o rebaja el referente con que juzgamos lo que nos dicen los demás.

Un error típico, es confundir la credibilidad del mensaje con la del emisor. Si alguien es simpático, aceptamos cuanto nos diga. Así por ejemplo, hay quien escucha y acepta las ideas de gente famosa sobre temas muy importantes de su vida… y en cambio, presta poca atención a lo que dicen personas desconocidas, pero que por historia, vocación o profesión, resultarían mejores consejeras. Aceptamos o rechazamos el mensaje, según aceptemos o rechacemos al emisor.


Image credit: doomu/123RF Stock Photo

No filtrar interferencias. Vemos que los afectos y aversiones personales, pueden influir nuestros juicios sobre los demás. Pero estas simpatías y antipatías pueden estar injustificadas, y haber nacido en nosotros a través de un tercero: rumores, seguidores o saboteadores, etc. La crítica destructiva y malintencionada ejerce un poder corrosivo en nuestras relaciones con los demás. Trata de filtrar estas influencias externas.

Extrapolar un solo rasgo. No suele ser prudente hacer precipitadamente un juicio integral de una persona, a partir de uno o dos aspectos que destacan y que son muy visibles en ella. Y sin embargo esta es una tendencia natural: la de simplificar y cerrar el tema con una conclusión demasiado apresurada. No debemos inferir por ejemplo, que una persona muy trabajadora sea además seria. Puede serlo… y puede no serlo.

Dejarse traicionar por la memoria. Por supuesto que nuestra memoria a veces recuerda… y a veces no; pero además, no recordamos las cosas con precisión. Un hecho típico, es nuestro distinto grado de recordación en el tiempo. Solemos recordar con más intensidad conversaciones más recientes que las más alejadas en el tiempo… o todo lo contrario. En nuestra memoria, otorgamos más peso a los acontecimientos que están al principio o al final de un período, relegando a un segundo plano los que están en el medio. Al analizar la historia de una relación personal o profesional, todos los sucesos comprendidos en la misma deberían recibir la misma consideración… con independencia del momento cronológico en que tuvieron lugar.

Juzgar lo que de verdad perciben las personas con total objetividad es prácticamente imposible, porque no nos ha sido otorgado el poder de conocer todos los hechos relativos a un ser humano concreto. Probablemente por ello, desde la antigüedad se nos invita a no juzgar al prójimo con la frase: “No juzguéis y no seréis juzgados”. Sin embargo, aunque nuestras relaciones no siempre exigen un juicio global de la persona de nuestro interlocutor, sí que es imprescindible evaluar sus actitudes y percepciones con acierto, al menos en lo que afecta al ámbito de nuestra interacción con él/ella. Por respeto y para tratar de progresar en nuestras relaciones personales y profesionales, estimar cómo son los demás, es una tarea que tendremos que llevar a cabo de la forma más justa y objetiva a nuestro alcance…

¿Cómo haces tú para estimar “cómo son” los demás?

Compartir entrada en:

Escribe un comentario