Controla tu temor a hablar en público
Es completamente posible, hablar en público sin temor. Unas pocas cosas para conseguirlo:
Podemos dirigirnos a nuestro cerebro racional, y enseñarle a distinguir entre las amenazas verdaderas y las imaginarias. Y así, indirectamente, controlar nuestros temores. El cerebro emocional -o “primer cerebro”- del conferenciante es la fuente del miedo -a veces terror- que paraliza a la mayor parte de la gente, cuando tiene que hablar en público. Este emite señales de ansiedad -sudor en las manos, palpitaciones-, si el cerebro racional percibe al auditorio como una amenaza. El cerebro emocional parece incontrolable, no se puede razonar con el; se limita a comportarse por reflejo de las inseguridades infantiles.
Analizando atentamente nuestros logros del pasado veremos que si hemos sido lo bastante persistentes, la mayor parte de las veces hemos conseguido lo que nos hemos propuesto ya sea en una actividad física o intelectual. Hay varios estadios en el proceso de aprendizaje para hablar en público: desde el que corresponde a la persona que nunca lo ha probado -y cuyo miedo le inspira a hacer cualquier cosa para evitarlo-, hasta el del comunicador consumado que disfruta del aplauso de un auditorio. Sea cual sea el punto en que te encuentras, siempre puedes avanzar un paso más.
Mediante la visualización. Imagina vívidamente tu próximo discurso o presentación. “Mira” cada detalle de la sala de conferencias, de la ropa que vistes, de las personas que te escuchan. Visualiza exactamente lo que harás y como se sentirás. Siente que tu público acepta lo que le comunicas, y que le gusta, le atrae, transmites. Repite esta escena varias veces hasta que la percibas a flor de piel, con todas las sensaciones que de ella puedan originarse. Conviene conseguir que nuestro cerebro racional convenza a nuestro cerebro emocional de que lo que cree que es un peligro, en realidad no lo es. Esto puede lograrse
Hablar en público es una conducta, y la propia conducta es afectada por lo que opinamos de nosotros mismos. Pero el público no tiene acceso a nuestro interior, y no puede saber nuestros pequeños secretos. Hay una gran diferencia entre lo que nosotros sabemos y experimentamos con respecto a como nos conducimos, y lo que ven y reciben los demás. Esta idea puede hacernos sentir más seguros, y añadir energía y entusiasmo a nuestras presentaciones.
Las buenas historias son más importantes que la buena estructura. La precisión que es tan importante al escribir, puede destruir nuestro poder al hablar.
Hablar en público no es una excepción: se aprende practicando. Como más se practica más se aprende. Al aprender aumenta nuestra seguridad en nosotros mismos, que nos impulsa a hacer más, a aprender más, a hacerlo mejor. Llegará un momento en que tu serás simplemente tu, y te comunicarás con el público conectando con tu cerebro emocional con natural efectividad. Luego, el éxito traerá más éxito. La autoconfianza (hablar en público sin nervios) constituye el pináculo de nuestra habilidad para hablar en público: atrae la confianza de los demás como si fuera un imán. Cuando uno confía en si mismo y en su propia capacidad de comunicar, los demás confían automáticamente en nosotros.
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