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El lado perverso de la Inteligencia Emocional

A pesar de que se ha demostrado que el éxito humano, entendido como la habilidad de ponerse un objetivo y conseguirlo, se debe en gran medida a las habilidades de la Inteligencia Emocional, no hay duda de que la Inteligencia Emocional tiene también un lado oscuro que a veces se ignora. Es verdad que gestionar las emociones adecuadamente favorece la cooperación entre las personas.

Pero también es cierto que cuando las personas incrementan sus habilidades emocionales, son potencialmente más diestras manipulando a los demás. Por un lado, el control de las propias emociones puede derivar en disfrazar nuestros propios sentimientos e intenciones. Y por otro, cuando conoces los verdaderos sentimientos de los demás puedes motivarlos a hacer cosas que van contra sus verdaderos intereses. Los líderes que gestionen nuestras emociones, pueden robarnos nuestra capacidad para razonar.

Adam Grant, profesor de management y psicología en la Wharton School of Business, nos recuerda que algunos de los grandes momentos de la historia de la humanidad han sido alimentados por la Inteligencia Emocional. Martin Luther King por ejemplo, presentó su sueño utilizando un lenguaje destinado a impactar el corazón de quien le escuchara: “El sofocante calor de la opresión, puede ser transformado en un oasis de libertad y justicia” “Veo un futuro en que los hijos de los esclavos y los hijos de sus amos podrán sentarse juntos en la mesa de la fraternidad”. Estas frases y otras más, tuvieron un gran poder a la vista de lo que ocurrió después. Este lenguaje demuestra una considerable habilidad para manejar y despertar emociones que llevaron a la acción a muchas personas. Este tipo de discurso electrizante requiere mucha habilidad para reconocer, entender y gestionar las emociones de los demás.

Adolf Hitler pasó muchos años estudiando los efectos de su lenguaje corporal en las emociones de su auditorio. Algún historiador ha afirmado que no llegó a ser un fascinante orador por casualidad: su estilo fue el resultado de un ímprobo trabajo de ensayo de diversos ademanes y gestos, y del exhaustivo  análisis de imágenes de sus movimientos resultantes.  

Estudios recientes demuestran que cuando un líder lanza un discurso inspirador pletórico de emoción y empatía, el auditorio es menos propenso a analizar el mensaje y/o recordarlo con posterioridad… aunque curiosamente, no lo reconocerá. Este fenómeno puede explicar la habilidad de Hitler para lograr que sus seguidores simplemente dejaran de ejercer su pensamiento crítico frente a sus planteamientos más inhumanos. Si los valores de un magnético líder son distintos a los nuestros, el resultado puede ser devastador. Un equipo de trabajo del University College de Londres, sostiene que la Inteligencia Emocional ayuda a las personas a disfrazar determinadas emociones y a pregonar otras en beneficio propio.

Por supuesto que las personas no estamos siempre utilizando nuestra Inteligencia Emocional para fines terribles; pero está claro que hay una línea muy fina entre “motivar” y “manipular” que no siempre es fácil de localizar. En todo caso hay que constatar que para algunas actividades laborales, conectar con las emociones propias y las de los demás es esencial; sin embargo para otras parece que ello puede ir en detrimento de nuestra efectividad. Asesores, consejeros, agentes de la propiedad inmobiliaria, vendedores, personal de atención telefónica, necesitan saber cómo leer y regular las emociones, para gestionar situaciones de estrés o proporcionar un mejor servicio con una sonrisa. Pero para un mecánico, un científico o un contable, la inteligencia emocional puede ser un problema más que una ventaja. En este tipo de tareas estar pendiente de las emociones de las personas que te rodean tal vez se convierta en un importante factor de distracción.

Quizás haya llegado el momento de reconocer que la Inteligencia Emocional, como cualquier habilidad, puede ser usada para bien o para mal. Quizás haya que tratar de romper la rápida asociación que frecuentemente hacemos, entre la Inteligencia Emocional y determinadas cualidades morales humanamente deseables. Hay pues que considerar los valores que acompañan a la Inteligencia Emocional, y determinar con precisión donde ésta puede ser útil de verdad, si queremos que realmente constituya este conjunto de habilidades que hacen del ser humano algo más excelso para sí mismo y para los demás.

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